martes, 31 de enero de 2012

Capítulo VII - 1ª Temp.

Si aún existieran los calendarios y alguien siguiera marcando los días, semanas o meses, comprobaría que se encuentra en el año 2527 d.C. El inicio de los conflictos que provocaron El Apocalipsis (como fue llamado por los coetáneos) ocurrió alrededor del año 2018. La crisis económica, que comenzaba una década antes, hizo tambalearse los cimientos del sistema socio-económico, seguido del encarecimiento del petróleo hasta cotas inasumibles y la sublevación del pueblo contra los políticos y bancos, evidentes cabezas de turco. La Unión Europea se desintegra tras la caída de su moneda única y la depreciación de las retomadas divisas nacionales acrecienta las dudas sobre la solvencia de los países. Las bolsas de todo el mundo caen en picado. Las condonaciones de deudas no llegan y comienzan las tensiones diplomáticas tras anunciarse la quiebra de decenas de países. Estados Unidos se ve inexorablemente arrastrado y cede su posición de primera potencia mundial. La única esperanza para la economía global recae sobre el gigante asiático, China, que ha permanecido ajeno a toda crisis.

Pero todo aquello cayó en el olvido y siglos después ya no quedaría nada que recordar. Quizás fuera mejor así, pues la barbarie humana que siguió a aquellos años de incertidumbre económica, no sería digna de ser escrita en los libros de historia.

En una recóndita cueva, unos símbolos extraños grabados en la piedra, llaman la atención de aquel grupo de supervivientes. Unas marcas que ya habían visto antes en la superficie de una extraña plataforma metálica. Sin duda alguna, existía una explicación para aquellas marcas, aunque no alcanzaban a entenderla. Si bien la plataforma parecía estar fabricada por una tecnología que desconocían, las marcas en la roca debían haber sido grabadas hacía muchos años y con instrumentos bastante rudos.

Seguirán su camino ignorando la importancia de aquellos símbolos. No será la última vez que los vean y cuando descubran lo que tras ellos se esconde, sus vidas y quizás la de toda la humanidad, cambiará para siempre.

Capítulo VI - 1ª Temp.

Aquella noche Timy tuvo fiebre. Mike no podía dormir porque se sentía culpable y aunque lo más probable es que Timy se recuperara y aquel encuentro quedara en una simple batallita más de la que reírse, no podía perdonarse el no haber estado lo suficientemente atento como para darse cuenta de la presencia de aquel hombre. Por suerte sólo era uno, de lo contrario no lo habrían contado. Los demás también lo sabían y por eso el silencio se había apoderado de cada uno de ellos durante todo el día.

Estuvieron caminando sin detenerse hasta llegar a una pequeña cueva en la ladera de una escarpada montaña. No era muy profunda aunque desde la entrada no se divisaba el final, lo que les ofrecía un buen lugar para pasar un par de días, hasta que Timy estuviera mejor. Esta vez tomarían todas las precauciones posibles para asegurarse de que no se repitiera la distracción de aquella mañana. Ocultaron su rastro y colocaron varias trampas que les avisarían de cualquier animal o persona que se acercara más de la cuenta. Con ramas y arbustos cubrieron la entrada de la cueva. Hicieron una pequeña hoguera y cenaron. Después descansaron. Aunque no todos.

Sam, es la mayor de las dos chicas. Es de aspecto angelical pero fuerte como cualquier chico y ágil como un felino. Eso le convierte una magnífica luchadora, subestimada siempre por sus rivales. A ella también le pilló por sorpresa verse cazada por la espalda y con un cuchillo en el cuello. Sentía rabia y estaba enfadada consigo misma. Por eso se quedó haciendo guardia toda la noche en la entrada de la cueva observando todo cuanto alcanzaba su vista, esperando quizá una oportunidad para resarcir su herido orgullo.

Mike, que seguía sin poder pegar ojo, decidió levantarse y acompañar a Sam en la guardia. Tal vez la compañía les viniera bien a ambos. Cuando llegó a su altura vio que Sam estaba mirando fijamente las rocas de uno de los laterales de la entrada de la cueva. Apenas podía ver con la poca claridad que había pero Sam, haciéndole primero un gesto para que guardara silencio, le indicó con el dedo lo que estaba observando tan detenidamente. En la roca había grabado un símbolo idéntico a los que habían visto en la plataforma metálica.