martes, 17 de enero de 2012

Capítulo III - 1ª Temp.

Faltaba poco para que el sol comenzara a ocultarse cuando decidieron acampar al lado de aquel claro del bosque, lo suficientemente cercano a la plataforma metálica que habían descubierto como para poder observar cualquier movimiento extraño que pudiera producirse. Por ese motivo, aquella noche no encendieron ninguna hoguera. Querían pasar desapercibidos. Montaron guardias de dos horas cada una para que todos pudieran descansar al tiempo que vigilaban las inmediaciones. Tenían el presentimiento de que no estaban solos y eso suponía un riesgo demasiado alto. No era la primera vez que tenían que salir huyendo al verse acechados por grupos de bandidos mejor armados o más numerosos que ellos. Tampoco querían ningún enfrentamiento innecesario. Ya habían perdido a varios de su grupo y podían pasar unos cuantos días aún hasta que se les terminaran las provisiones. Se quedarían una noche, no más.
Con las primeras luces del día recogieron lo poco que llevaban y volvieron a echar un último vistazo antes de dejar aquella zona. Fue entonces cuando lo vieron. La primera vez no quisieron tocar nada para no revelar su posición pero al pasar de nuevo, la curiosidad les pudo y apartaron con los pies la tierra y hojarasca que cubría parte de la superficie metálica. Había unas marcas extrañas, símbolos quizás. Despejaron toda la superficie. Tenía forma circular y podía medir unos nueve o diez metros cuadrados. Al tocarla con las manos comprobaron que desprendía calor. Era una trampa.